El sector salud de Perú se encuentra inmerso en una huelga indefinida, iniciada el jueves 23 de noviembre, con una participación de 57 mil profesionales de 11 gremios. Esta medida de fuerza surge ante la falta de respuesta del Ministerio de Salud (Minsa) a las demandas de incremento salarial. Los profesionales de la salud exigen un salario equivalente al 80% de lo que reciben los médicos, poniendo fin a 20 años de desigualdad salarial.
Durante la huelga, servicios críticos como obstetricia, odontología, psicología, enfermería y cirugía están suspendidos en hospitales estatales a nivel nacional, exceptuando las áreas de emergencia y UCI. Esta situación plantea un desafío considerable para el sistema de salud peruano, ya que afecta directamente la continuidad de atención a los pacientes, especialmente aquellos con necesidades urgentes o tratamientos en curso.
La secretaria general de la Federación de Enfermeros del Perú, Marisabel Miranda Vera, ha declarado que no retrocederán en sus demandas hasta recibir documentación legal que avale el aumento salarial prometido. Esta postura refleja la profundidad del descontento entre los trabajadores de la salud y la urgencia de encontrar una solución.
El ministro de Salud, César Vásquez, ha pedido una tregua a los huelguistas hasta que el Congreso debata y apruebe el presupuesto necesario para el incremento salarial. Sin embargo, su solicitud ha encontrado resistencia, ya que los gremios acusan al ministerio de cerrar todo diálogo y mostrar desinterés en sus demandas.
Este escenario complica aún más el panorama para el sistema de salud peruano. Con el presupuesto del sector asignado en tres niveles de gobierno y solo una parte destinada a salarios, la solución a las demandas de los trabajadores se convierte en un desafío complejo. A pesar de que el ministro Vásquez asegura que solo el 2% de los profesionales de salud acatan la huelga, la atención médica en hospitales y postas de salud se ve afectada.
Esta huelga refleja una crisis más amplia en el sistema de salud de Perú, donde las tensiones entre las necesidades del personal y los recursos disponibles exponen profundas fisuras estructurales. El resultado es una situación en la que tanto los trabajadores de la salud como los pacientes se ven perjudicados, destacando la necesidad urgente de diálogo constructivo y soluciones efectivas.